With all my lies. Martin Stranka. www.martinstranka.com |
“No somos más que mentiras, duplicidad, contrariedades, y nos escondemos y disfrazamos
a nosotros mismos”, dice Pascal en sus Pensamientos.
Siglos después, el genial Martin Stranka parece aludir a rostros múltiples en esta fotografía que, no
por acaso, se llama: With all my lies (“Con todas mis mentiras”).
Luigi Pirandello propone personajes que ponen en foco las
“máscaras” quizá indispensables para desenvolverse en el medio social. Escrituras
engañosas sobre la piel. Rostros construidos que ocultan el verdadero. Su Enrique
IV finge. Empecinadamente, finge. Otro es el registro del Stefano de nuestro
Armando Discépolo. Ese triste músico inmigrante no simula, ha hecho carne su
máscara. Él es su máscara, no hay duplicidad. Enfrentado a su fracaso, quebrada
la imagen del autoengaño, la máscara cae. Entonces y sólo entonces, la ve.
Después, la muerte.
El poeta cubano Octavio Armand dice bellamente: Se me cayó la máscara / se me cayó la cara /
de la boca cerrada / una a una / se me cayeron la palabras / soy todo lo que
queda de mí mismo.
La cara se destaca del fondo que la contiene, la cabeza.
Como un paisaje que se recorta sobre un espacio agreste. Apenas unos rasgos
configuran identidad. El rostro, portador y productor de imágenes, es lo
colonizado. Ese lugar que se ofrece a la mirada y el lugar desde donde se mira.
Forma atravesada por gestos sociales. La vida como un desfile de disfraces. Máscaras
blandas. Pieles otras sobre la piel.
Acaso no haya ya un
rostro originario, el verdadero, oculto bajo formas artificiosas. Acaso la
contemporaneidad, como una impresora enloquecida, pare series de rostros que se
suceden. Rostro sobre rostro. Impresión sobre impresión. Lo que resta son
meramente impresiones sobre un rostro perdido.