Hay quien dijo que lo más profundo es la piel. Como sea, la piel es la frontera con el mundo. La superficie de la belleza y el lugar de las heridas. Aunque lo disimule, el ojo también es piel. Una particularmente vulnerable. El exterior/interior se organiza en la mirada. Este espacio tiene que ver con la construcción de un modo de mirar. Una forma de subjetividad a través de un modo de mirar teatro.

domingo, 10 de abril de 2016

Una cámara intrusa

Last Call (Último LLamado)  Foto: Gabriel Chamé Buendía
Los ojos tocan. La mirada toca el rostro del otro. La mirada atraviesa al otro en una suerte de toma de poder simbólica de aquel que es atravesado por ella. Hay una disciplina, una suerte de moral de acción recíproca en el intercambio con los otros, que -sostiene Le Breton- al transgredirse genera malestar en quien se siente víctima de una mirada indiscreta o insolente. ¿Y la insolencia de una cámara?
En Last Call, el unipersonal de Gabriel Chamé Buendía, con la utilización de una cámara de video, Mr. Piola es sometido a una suerte de experiencia de autoscopía. Esto es, la posibilidad de verse desde el punto de vista de un observador externo. Una alteración de la percepción, un percibirse como un doble, en este caso, en un registro multimedia. Una suerte de extrañamiento surge ante el desvío de la imagen. El espectador se enfrenta al artista en vivo y simultáneamente a su imagen proyectada en una pantalla. Y ese rostro es un rostro otro.
Pero la cámara no se limita a esta suerte de duplicación de la imagen. Cambia la proxemia. Una lente se acerca, con violencia extrema busca traspasar la piel. Ominosa, disuelve la Gestalt del rostro. Lo que se observan son fragmentos de lo que fue un rostro: ojos, fosas nasales, cejas, poros escrutados desde afuera. Un rostro que se descompone. La ficción del “yo” disgregada, la identidad aniquilada.
El rostro se deconstruye, desaparece. Escrutado hasta su disolución, queda reducido a un manojo de poros irregulares, de vellosidades desordenadas.
Chamé ofrece su rostro-cuerpo a la mirada de los espectadores en un grado sumo de exposición y vulnerabilidad. El artista se presenta a sí mismo como objeto: “Objeto en vejez,- dice - y todos los detalles de la piel”. El rostro de Piola/Chamé en toda su fragilidad está ahí, rostro-objeto, dominando la escena.
El hombre dividido, controlado y dominado de la sociedad postmoderna se hace cuerpo magistralmente en Last Call a través de la partitura física de un clown poderoso, un artista que se hace objeto de una cámara intrusa, profundamente perturbadora". 

Fragmento de la ponencia: Una cámara intrusa en Last Call de Gabriel Chamé Buendía, por Lydia Di Lello, presentada en el IV Congreso Internacional Artes en Cruce 2016: Constelaciones de sentidos. (FFy L, UBA),, 6 al 9 de abril de 2016.