En la puesta de
Javier Daulte Mc Duff y Hécate gritan al unísono, como si uno fuera el doble
del otro. Es otra vez la duplicidad shakespereana, procedimiento que anima (es
decir, da el alma) a Macbeth y lady Macbeth.
“Lo
hermoso es feo y lo feo es hermoso” dicen las brujas al abrirse el texto
shakespereano. Seguidamente dirá Macbeth: “Nunca vi un día tan feo y tan
hermoso” o “Nada es sino lo que no es”. Este universo de contrasentido recorre
toda la pieza. Un mundo ambiguo donde lo que parece ser no es.
Esta ambigüedad opera sobre los cuerpos. En Macbeth la identidad sexual resulta confusa. “Deberíais ser
mujeres y empero vuestras barbas me impiden que
concluya que lo sois”, les espeta Banquo a las hermanas fatídicas. Los
atributos de lo masculino y lo femenino están desordenados, especialmente en la
pareja central. Macbeth resulta débil e irresoluto, su carácter está, “por demás lleno de la leche de la ternura
humana”. Tiene ambición pero-afirma su mujer- “le falta la maldad que debería
servirla”. Lady Macbeth, por el contrario, quiere alojar el mal en su vientre
vacío en pos de la corona. El contraste que aparece desde un principio en la coloratura de la pareja protagonista se
profundiza a medida que avanza la tragedia.
En la primera parte de la obra, lady Macbeth se muestra
fuerte y feroz, mientras que lo que caracteriza a su marido es la debilidad y
el delirio. En la segunda parte, inesperadamente, lady Macbeth es una demente y
suicida y Macbeth luce decidido a llevar a cabo una cadena de crímenes. Se dice
que Macbeth asesinó el sueño, pero es ella la que aparece deambulando,
sonámbula. Él mata, ella tiene la mancha. Esto resulta, por lo menos, curioso.
Algo del orden de la duplicidad habita estos personajes.
Ludwig Jekells, estudioso de Shakespeare, sostiene que el
dramaturgo solía dividir frecuentemente un carácter en dos personajes, cada uno
de los cuales resultaría imperfectamente explicable mientras no se lo uniera
con el otro en una unidad. Acaso este procedimiento pueda aplicarse a esta
tragedia y los Macbeth puedan ser
considerados como partes complementarias de un sujeto único. Rey y reina, reina
y rey, espejados. Confundidos en la ilegitimidad y el crimen.