Hay quien dijo que lo más profundo es la piel. Como sea, la piel es la frontera con el mundo. La superficie de la belleza y el lugar de las heridas. Aunque lo disimule, el ojo también es piel. Una particularmente vulnerable. El exterior/interior se organiza en la mirada. Este espacio tiene que ver con la construcción de un modo de mirar. Una forma de subjetividad a través de un modo de mirar teatro.

jueves, 18 de octubre de 2012

Los Macbeth



En la puesta de Javier Daulte Mc Duff y Hécate gritan al unísono, como si uno fuera el doble del otro. Es otra vez la duplicidad shakespereana, procedimiento que anima (es decir, da el alma) a Macbeth y lady Macbeth.

“Lo hermoso es feo y lo feo es hermoso” dicen las brujas al abrirse el texto shakespereano. Seguidamente dirá Macbeth: “Nunca vi un día tan feo y tan hermoso” o “Nada es sino lo que no es”. Este universo de contrasentido recorre toda la pieza. Un mundo ambiguo donde lo que parece ser no es.
Esta ambigüedad opera sobre los cuerpos. En Macbeth la identidad sexual resulta confusa. “Deberíais ser mujeres y empero vuestras barbas me impiden que  concluya que lo sois”, les espeta Banquo a las hermanas fatídicas. Los atributos de lo masculino y lo femenino están desordenados, especialmente en la pareja central. Macbeth resulta débil e irresoluto, su carácter está,  “por demás lleno de la leche de la ternura humana”. Tiene ambición pero-afirma su mujer- “le falta la maldad que debería servirla”. Lady Macbeth, por el contrario, quiere alojar el mal en su vientre vacío en pos de la corona. El contraste que aparece desde un principio en  la coloratura de la pareja protagonista se profundiza a medida que avanza la tragedia.
En la primera parte de la obra, lady Macbeth se muestra fuerte y feroz, mientras que lo que caracteriza a su marido es la debilidad y el delirio. En la segunda parte, inesperadamente, lady Macbeth es una demente y suicida y Macbeth luce decidido a llevar a cabo una cadena de crímenes. Se dice que Macbeth asesinó el sueño, pero es ella la que aparece deambulando, sonámbula. Él mata, ella tiene la mancha. Esto resulta, por lo menos, curioso. Algo del orden de la duplicidad habita estos personajes.
Ludwig Jekells, estudioso de Shakespeare, sostiene que el dramaturgo solía dividir frecuentemente un carácter en dos personajes, cada uno de los cuales resultaría imperfectamente explicable mientras no se lo uniera con el otro en una unidad. Acaso este procedimiento pueda aplicarse a esta tragedia y los Macbeth  puedan ser considerados como partes complementarias de un sujeto único. Rey y reina, reina y rey, espejados. Confundidos en la ilegitimidad y el crimen.