Hay quien dijo que lo más profundo es la piel. Como sea, la piel es la frontera con el mundo. La superficie de la belleza y el lugar de las heridas. Aunque lo disimule, el ojo también es piel. Una particularmente vulnerable. El exterior/interior se organiza en la mirada. Este espacio tiene que ver con la construcción de un modo de mirar. Una forma de subjetividad a través de un modo de mirar teatro.

lunes, 6 de agosto de 2012

Serie Gambaro. El sabor de la víctima

La señora Macbeth, Griselda Gambaro, CCC, 2004. 


La señora Macbeth de Griselda Gambaro, esa reapropiación singularísima de La tragedia de Macbeth shakespereana, comienza con la preparación del convite que se ofrecerá al rey Duncan la noche previa a su asesinato. La descripción minuciosa de la mesa, los manjares, la vajilla, acentúan la sensualidad de la comida. El crimen se asocia a lo erótico.  La vajilla brillante espeja los actos tenebrosos que están a punto de suceder.
La mesa del banquete se convierte en la mesa del sacrificio, un acto sagrado.  La idea del banquete sacrificial, la carne de la víctima servida a la mesa, viene de lejos. En el siglo I d.C., Séneca toma como base el mito de Tiestes y escribe la tragedia homónima. En ella relata el banquete siniestro que Atreo le ofrece a su hermano Tiestes, dándole a comer sus propios hijos. El Tito Andrónico de Shakespeare  hace lo propio con Támora, reina de los godos.
La escena antropofágica reaparece cuatrocientos años después en El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante (1989), la película del británico Peter Greenaway. El ladrón descubre la infidelidad de su mujer y se venga cruelmente. Una cámara barroca avanza morosamente, transformando un restaurante en el espacio adecuado para la última cena. Se encomienda al chef cocinar el cadáver del amante, que es ofrecido al ladrón en un lúgubre y pantagruélico banquete.
Estos convites macabros están motivados por la venganza. No es el caso del  banquete sacrificial de la obra de Gambaro. Aquí el crimen suena como un acto casi inevitable. Es la naturaleza débil, pasiva, de Duncan la que desencadena los hechos. La víctima, pues, es la culpable.
El sacrificio y el amor-dice Bataille- se cruzan en la carne. La mesa de la señora Macbeth  servida con manjares de rey rezuma erotismo. El ciervo, la paloma asada. La protagonista fantasea con un banquete en que compartan la mesa los nobles y los miserables, también los niños pobres y los asesinos. Los pobres y los miserables -dice- no sabrán comer los manjares después de comer tanta bazofia y la mirarán “deseándola, deseando su bondad”.
Un detalle. La actriz dirá este parlamento acariciándose los pechos. La palabra en el cuerpo se ha vuelto teatro.
Más en El banquete de la víctima, Palos y Piedras disponible enhttp://www.centrocultural.coop/revista/articulo/90/. ISSN 1851-3263.