La señora Macbeth, Griselda Gambaro, CCC, 2004. |
La señora Macbeth
de Griselda Gambaro, esa reapropiación singularísima de La tragedia de Macbeth shakespereana, comienza con la preparación del convite que se
ofrecerá al rey Duncan la noche previa a su asesinato. La descripción minuciosa
de la mesa, los manjares, la vajilla, acentúan la sensualidad de la comida. El
crimen se asocia a lo erótico. La
vajilla brillante espeja los actos tenebrosos que están a punto de suceder.
La mesa del
banquete se convierte en la mesa del sacrificio, un acto sagrado. La idea del banquete sacrificial, la carne de
la víctima servida a la mesa, viene de lejos. En el siglo I d.C., Séneca toma
como base el mito de Tiestes y escribe la tragedia homónima. En ella relata el
banquete siniestro que Atreo le ofrece a su hermano Tiestes, dándole a comer
sus propios hijos. El Tito Andrónico
de Shakespeare hace lo propio con
Támora, reina de los godos.
La escena
antropofágica reaparece cuatrocientos años después en El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante (1989), la película
del británico Peter Greenaway. El ladrón descubre la infidelidad de su mujer y
se venga cruelmente. Una cámara barroca avanza morosamente, transformando un
restaurante en el espacio adecuado para la última cena. Se encomienda al chef
cocinar el cadáver del amante, que es ofrecido al ladrón en un lúgubre y
pantagruélico banquete.
Estos
convites macabros están motivados por la venganza. No es el caso del banquete sacrificial de la obra de Gambaro. Aquí el crimen suena como un acto casi
inevitable. Es la naturaleza débil, pasiva, de Duncan la que desencadena los
hechos. La víctima, pues, es la culpable.
El
sacrificio y el amor-dice Bataille- se cruzan en la carne. La mesa de la señora
Macbeth servida con manjares de rey rezuma erotismo. El ciervo, la paloma asada. La
protagonista fantasea con un banquete en que compartan la mesa los nobles y los
miserables, también los niños pobres y los asesinos. Los pobres y los
miserables -dice- no sabrán comer los manjares después de comer tanta bazofia y
la mirarán “deseándola, deseando su bondad”.
Un detalle.
La actriz dirá este parlamento acariciándose los pechos. La palabra en el
cuerpo se ha vuelto teatro.
Más en El banquete de la víctima,
Palos y Piedras disponible enhttp://www.centrocultural.coop/revista/articulo/90/.
ISSN 1851-3263.