Hay quien dijo que lo más profundo es la piel. Como sea, la piel es la frontera con el mundo. La superficie de la belleza y el lugar de las heridas. Aunque lo disimule, el ojo también es piel. Una particularmente vulnerable. El exterior/interior se organiza en la mirada. Este espacio tiene que ver con la construcción de un modo de mirar. Una forma de subjetividad a través de un modo de mirar teatro.

jueves, 10 de mayo de 2012

Serie Cerro. Grafía de una dramaturgia

Portada de Teatralones, Emeterio Cerro, 1985.
diseño Rodolfo Azaro
 
En esta imagen hay una poética. Es una suerte de cartel en negro, con desniveles, donde resaltan en blanco las letras del título: Teatralones; las “A” y la “O” son espacios llenos de blanco o, lo que es lo mismo, son vacíos. Decisión estética para nada azarosa en un teatro que sucede en esos años donde el horror de la dictadura estaba escandalosamente próximo.
El motivo central de la tapa, esa suerte de cuadrado mal recortado en cuyo interior asoma una figura fálica de grandes ojos estrábicos, desorbitados, denota una mirada oblicua. Desmesurada. Superficies de texturas diversas, densas, casi corporales. Fragmentadas, que intrusan unas a las otras, conformando un conjunto inestable. Y, desde luego, todo negro sobre blanco, blanco sobre negro. Un mundo de claroscuros enmarcado en una especie de cortinado, por esta voluntad de Cerro de conservar las estructuras canónicas para parodiarlas. Un telón formal y de pronto la irreverencia, el fragmento, el cuerpo. En fin, el teatro Cerro.
Y en el extremo superior, acaso, la sombra de Emeterio, un autor vigilante de un texto trabajado al detalle. Una lengua a la vez lúdica y precisa. Una cabeza con orejas prominentes, quizás a la escucha. Armonías y disonancias. Partitura de palabras encadenadas.

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