El país del espejo. Ana Armas, Daniela Fiorentino. Dirección: Inés Armas |
Una
reina roja viene remolineando desde el fondo virtual de un espejo falso. Una
figura mágica que abre el mundo poético
del dislocamiento. El disloque del tiempo y del espacio de todo viaje
imaginario. En El país del espejo la
imaginación viaja desde el cuerpo de una niña, Juana, inspirada en aquella
Alicia, la de A través del espejo.
La fábula parte, en rigor, de una pintura en
el extremo del escenario que se vuelve personajes. Una pantalla sobre la que se
proyectan imágenes deviene ese espejo falso que crea el espacio ilusorio que
organiza la acción.
La
danza aérea es aquí el recurso que
transforma el cuerpo cotidiano de Juana en un cuerpo extraordinario. Ana Armas
crea la ilusión de caminar sobre este espacio virtual, se replica, se desdobla.
Su imagen se disloca en este espejo ilusorio, se mueve a destiempo y atraviesa
el aire.
Su
cuerpo de niña se pliega y repliega transitando por los arabescos de su
imaginación de la mano de la Reina Roja de Ajedrez, Daniela Fiorentino, que desmadeja
un cuerpo vibrante de colores, texturas y gestualidad clownesca. Ella anima con
sutileza sus criaturas, los títeres que vienen a habitar el espacio escénico.
Danza aérea, clown, títeres, video. Este cruce de lenguajes genera una multiplicación
de espacios que resulta en una multiplicación de cuerpos interactuando en
escena. El cuerpo real de las actrices, el cuerpo virtual del espejo y el
cuerpo de los títeres interactuando con el cuerpo de los espectadores, chicos y
adultos atrapados por este viaje fabuloso.
Niña
y reina se tensan, se pierden, se encuentran. La reina insiste en tomarle las
medidas a Juana, ella grácil, se escapa del
centímetro, esto es, del mundo del disciplinamiento. En cambio, accede
gustosa cuando la reina juega a dirigir sus movimientos con una bombilla, que
funciona como un joystick. Es el
mundo lúdico al que Juana no se resiste. Juego de dobles y dislocamiento del
espacio son el elemento poético elegido para que este personaje se escape del
orden.
Finalmente,
los seres fabulosos que acompañan a Juana vuelven a fundirse en la planimetría
del cuadro indicando el fin del viaje.
Un viaje de cuestionamiento a la identidad como reafirmación de la identidad.
Es hermoso viajar, pero también volver a casa, el lugar del nombre.