Hay quien dijo que lo más profundo es la piel. Como sea, la piel es la frontera con el mundo. La superficie de la belleza y el lugar de las heridas. Aunque lo disimule, el ojo también es piel. Una particularmente vulnerable. El exterior/interior se organiza en la mirada. Este espacio tiene que ver con la construcción de un modo de mirar. Una forma de subjetividad a través de un modo de mirar teatro.

viernes, 6 de abril de 2012

Doc, ¿touché?

Touche, doc,  Susana Torres Molina
Dirección: Elvira Onetto
Intérpretes: Mirta Bogdasarian, Laura López Moyano y Ricardo Saieh
El camarín de las musas, abril 2012
 
Una proliferación de teléfonos ocupa la escena. Multiplicidad de aparatos allí donde la comunicación está ocluida. Los discursos reverberan, pero no dicen. Rebotan como luz en el espejo. Lo cotidiano, vaciado, genera extrañeza.
Tres  son los personajes de Touché doc, la pieza de Susana Torres Molina que se presenta por estos días en Buenos Aires. Leticia, una joven artista plástica con fantasías paranoides, su madre, Celia, y un psiquiatra singular, entrampados en una malla de  hilos quebradizos. La relación simbiótica en que madre e hija se confunden se resiste a ser intervenida por quien resulta ser un “doc” absolutamente inoperante. Una puerta falsa, móvil, le da una dinámica particular a ese mundo que se cierra empecinadamente al exterior. Es apenas una válvula que regula la entrada y salida del terapeuta. Una música que irrumpe con un volumen excesivo impide a veces la escucha. Acaso porque lo que se dice  es una cháchara que poco modifica a los interlocutores.
El terapeuta, de quien sabemos al final que se llama Daniel, pero que han llamado Mauricio durante toda la pieza, y esto no es un detalle menor, es permanentemente descolocado por la paciente y su madre que advierten: “Nosotras también diagnosticamos”. En una escena hilarante, el conjunto que conforman estos tres desalineados protagonistas entona “La mar estaba serena…”.  No está serena esta mar de conexiones revueltas. Al trastocamiento que opera invariablemente en el humor, explotado espléndidamente  por las actrices, se agrega otro trastocamiento. En este delirio es el psiquiatra el que será “tocado”,  descubierto en su interioridad y transformado. Es el que se sale de la telaraña. Abandona su práctica y parte en pos de su deseo.
Acaso un objeto plantado en medio de la escena condensa en sí la trama que teje la dramaturga. Un almohadón tejido sobre una silla se va devanando sobre el respaldo. Madeja que se “desmadeja” en una red confusa y que parece fija allí, enmarañada, con pocas chances de cumplir su destino: el de tejer un nuevo sentido.