Emeterio Cerro (1952-1996) |
Una función de teatro en un ascensor. Los espectadores en
los diferentes pisos y el personaje se desplaza en el ascensor de un edificio
en Rosario. De modo que la escucha se hace intermitente, es una especie de
tartamudeo. Así como hay un habla fragmentada, hay una escena que se fragmenta
al representarse una pieza teatral en un ascensor. Éste es el teatro de
Emeterio Cerro, uno de los teatristas más originales de los 80.
Un creador integral que juega con
los llenos y vacíos en la página de un texto y en el acontecimiento teatral. El
abrir y cerrar del ascensor genera un ritmo. Son como puntos de exclamación que
se abren y cierran. Suben los que abren, cierran los que bajan. No solamente el
lenguaje tartamudea, también lo hace la escena.
Son los albores del retorno a la democracia y la dictadura
está escandalosamente próxima. En la lengua está el mundo. No puede ser la misma después del horror. Emeterio,
entonces, estalla la lengua. Esquirlas de sentido, lenguas desmadradas,
madrigueras subterráneas con conexiones heterogéneas. Antes y después, son
algunas de las expresiones que usan quienes lo conocieron y trabajaron con él.
Epopéyico, poético, desmesurado, su teatro resplandece. Y experimenta
también ese efecto de contrarresplandor, propio de los que se animan al quiebre.
Cerro es un nombre que no se escucha ahora. Pero esto es injusto. Es necesario
recuperarlo. Por eso ésta, es la primera de una serie de entradas, que recorrerán
este teatro singularísimo.