Hay quien dijo que lo más profundo es la piel. Como sea, la piel es la frontera con el mundo. La superficie de la belleza y el lugar de las heridas. Aunque lo disimule, el ojo también es piel. Una particularmente vulnerable. El exterior/interior se organiza en la mirada. Este espacio tiene que ver con la construcción de un modo de mirar. Una forma de subjetividad a través de un modo de mirar teatro.

domingo, 18 de marzo de 2012

Serie Cerro. Una poética del tajo

Múltiplo. Concetto Spaziale. Lucio Fontana
Lucio Fontana (1899-1968) rompe el lienzo. Lo agujerea, lo rasga. Un gesto radical constituido en forma. Conquista la tridimensionalidad hiriendo la superficie. Tajea el soporte, el lugar de la representación. Al hacerlo el artista reenvía  a la materialidad de la tela. Es una materia que se rompe pero que inaugura un nuevo espacio, el que se abre en esa herida que hace visible el más allá de la tela. El agujero abierto por el tajo tiene bordes que atrapan la mirada. Bordes que revelan el vacío. En la herida penetra la luz generando claroscuros. Penetra  también el aire, el mismo aire que respiran los ocasionales espectadores.
Sus tajos en telas monocromas, entonces, no son un gesto arbitrario,  ponen en crisis el concepto de cuadro al tiempo que constituyen una interrupción de la continuidad plástica. Una pintura que busca superar su límite.
Análogamente Emeterio Cerro es un teatrista que desgarra. Opera sobre la página de sus textos teatrales como si fuera un lienzo. Su modo particular de disponer las palabras reenvía a la materialidad de la página. La superficie de inscripción, el soporte también aquí,  pasa a un primer plano. Los blancos del vacío avanzan sobre el negro de la letra escrita resaltando los bordes. Y los bordes, sabemos, nunca son inocentes.
 Nuestro dramaturgo juega con el lenguaje para evidenciar su desajuste. El lenguaje se vuelve opaco, ya no comunica. Se despliega como pura superficie. Disonancias, tartamudeos, mezcla de distintas lenguas, iteraciones, neologismos. Sentidos que proliferan en un permanente desplazamiento. Cerro rompe,  quiebra la linealidad realidad-representación. Emeterio tajea la lengua.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Serie Cerro. Estallidos de la escena

Emeterio Cerro (1952-1996)
Una función de teatro en un ascensor. Los espectadores en los diferentes pisos y el personaje se desplaza en el ascensor de un edificio en Rosario. De modo que la escucha se hace intermitente, es una especie de tartamudeo. Así como hay un habla fragmentada, hay una escena que se fragmenta al representarse una pieza teatral en un ascensor. Éste es el teatro de Emeterio Cerro, uno de los teatristas más originales de los 80.
Un creador integral que juega con los llenos y vacíos en la página de un texto y en el acontecimiento teatral. El abrir y cerrar del ascensor genera un ritmo. Son como puntos de exclamación que se abren y cierran. Suben los que abren, cierran los que bajan. No solamente el lenguaje tartamudea, también lo hace la escena.
Son los albores del retorno a la democracia y la dictadura está escandalosamente próxima. En la lengua está el mundo.  No puede ser la misma después del horror. Emeterio, entonces, estalla la lengua. Esquirlas de sentido, lenguas desmadradas, madrigueras subterráneas con conexiones heterogéneas. Antes y después, son algunas de las expresiones que usan quienes lo conocieron y trabajaron con él.
Epopéyico, poético, desmesurado, su teatro resplandece. Y experimenta también ese efecto de contrarresplandor, propio de los que se animan al quiebre. Cerro es un nombre que no se escucha ahora. Pero esto es injusto. Es necesario recuperarlo. Por eso ésta, es la primera de una serie de entradas, que recorrerán este teatro singularísimo.